lunes, 16 de enero de 2017

DOWN




DOWN

Sentada en una salita minúscula, asientos viejos y de plástico,  las paredes blanco sucio.  El lugar está habitado por un frío estéril, curioso pues aquí todas las que esperamos estamos embarazadas.
Si al amor se le hubiera ocurrido entrar por la puerta no sería bien recibido, lo hubieran matado de cuajo,  por eso decidió colarse por las rendijas de una persiana bajada aportando a tanta frialdad puntitos amarillos que yo quise que fueran estrellas...
La enfermera me llamó por mi nombre completo, una mujer más  pequeñita que yo, pero sólo en estatura, pelo corto y teñido de rubio, con gafas de cerca sobre su nariz que para mirarme tenía que hacer el sobre esfuerzo de levantar  sus ojos por encima de ellas, apareciendo en ella un rostro como de sorpresa, los ojos bien abiertos, las cejas levantadas...
- Tienes que ir a laboratorio a hacerte la analítica y luego volver aquí a la eco. -dijo muy metida en su papel-.
- No. No me voy a hacer la prueba.
- ¿Cómo?. ¿Sabes lo que estás diciendo?. Esa prueba es importante para saber las probabilidades del feto de tener por ejemplo un Síndrome de Down. - Se quedó mirándome por encima de sus gafas todavía más metida en su papel que antes y ahora además ofendida. -
- Sí. Se perfectamente lo que estoy diciendo. No voy a hacerme la prueba. -dije totalmente serena y segura de mi intención.-
- Y ¿por qué? -dijo mientras respiraba profundamente, como si estuviera perdiendo la poca paciencia que le quedaba, al mismo tiempo que se quitaba las gafas de su nariz para llevar la patilla a su boca y tener algo que morder.-
- Pues porque si los resultados de la prueba dieran un alto porcentaje de probabilidad de que mi hij@ fuera Down, además de vivir un embarazado angustioso, pues solo se trata de una probabilidad, no abortaría.
- Tú no sabes lo que dices. -dijo con un tono enfadado en el que pude apreciar matices de tristeza, desamparo, que ella había solo podido drenar a través del malhumor y la rabia.-
Entonces estiró todo lo que pudo su columna vertebral y creció dos palmos, con la barbilla también un tanto alzada, tenía un claro objetivo estar por encima de mí, lo que ella desconocía es que mi objetivo era quedarme a su misma altura, pues nunca me ha gustado ni sostener a nadie encima de mi lomo ni lo contrario. Y dijo contundentemente;

- Tengo un hijo que es Down y no se lo doy a pasar a nadie, ojala en mi época de embarazo hubiera existido esta prueba. Sigo pensando que no sabes lo que haces.
- No tengo ningún hijo Down, ni familiares cercanos, pero tuve la posibilidad de relacionarme con ellos y te voy a contar una historia;
" Yo tenía 18 años y ayudaba a mi padre en su empresa, trabajaba con una Nissan Vanette repartiendo productos de limpieza,    garrafas de 5 y 25 L.
Uno de nuestros clientes era el Centro La Misericordia, que se dividía en dos centros uno de estudiantes "normales" y otro de estudiantes "anormales"...
Para poder descargar en la parte del edificio de los "normales", tenía que ir sorteando piernas y adolescentes mientras intentaba subir una larguísima escalera, perdiendo el equilibrio a cada paso, pues las garrafas pesaban más que yo. Adolescentes, como yo en aquellos momentos, que muchos ni siquiera me veían, aunque me miraban, sus rostros simplemente se limitaban a dibujar una sonrisa que decía a gritos; "mírala pobrecilla no puede"... pero nunca, repito nunca nadie movió ni un dedo, yo nunca pedí que me cogieran mi carga, pues ese era mi trabajo y lo había elegido así pero en esa ocasión simplemente encoger un pierna demasiado estirada obstaculizando mi camino hubiera sido suficiente para facilitarme la labor.
Al terminar en este centro de "normales", cogía de nuevo la furgoneta y me dirigía simplemente 100metros más allá, allí aparcaba en la puerta del Centro de "anormales", bajaba de la furgoneta y me encontraba con un chico de unos 20 años con Síndrome de Down, que mirando hacia los jardines del centro gritaba para hacerse escuchar por todos; "Vamoooosss que hay que ayudar a la chica a descargar....", y aparecían algunos entre quejas y otros con entusiasmo natural una tropa de 7 y en un viaje teníamos descargada la furgoneta, yo con una sonrisa en el corazón y un abrazo de los de verdad a cada uno les agradecía su ayuda.
Me gustaba ir a este Centro en último lugar pues me dejaba mejor sabor de boca e iba feliz toda la jornada; humildad, sencillez, naturalidad, normalidad, felicidad, agradecimiento, amor incondicional y puro.
Los Down hacen falta en este mundo  para recordarnos a los "normales" la sencillez del sentir cotidiano. Esos seres vienen a bajar egos, a dibujar sonrisas, a cambiar creencias y aptitudes, a amar.... de verdad.

-Noelia Mujer Elefante-

2 comentarios:

  1. Estupendo artículo que, supongo, es una reflexión en voz alta sobre un tema complejo pero que define claramente la calidad humana de esa reflexión contada en primera persona.
    Sobre este tema, el aborto, es algo de lo que he escrito y discutido bastante y pienso que consagrarlo como un derecho y casi una obligación, no es más que una forma de dimitir de la razón y es la debilitación de la condición humana.
    Un conocido escritor decía que llegará el día en que las generaciones venideras, al asomarse a los cementerios del aborto, se estremezcan de horror, como hoy nos estremecemos ante las matanzas que ampararon los totalitarismos de hace un siglo, ante la complicidad tácita de la sociedad.
    Enhorabuena por tu blog, por tus palabras y por permitirnos el acceder a ellas.

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  2. Gracias Enrique. Agradezco siempre tus palabras.

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