DOWN
Sentada en una salita minúscula,
asientos viejos y de plástico, las paredes blanco sucio. El lugar
está habitado por un frío estéril, curioso pues aquí todas las que esperamos
estamos embarazadas.
Si al amor se le hubiera ocurrido entrar
por la puerta no sería bien recibido, lo hubieran matado de cuajo, por
eso decidió colarse por las rendijas de una persiana bajada aportando a tanta
frialdad puntitos amarillos que yo quise que fueran estrellas...
La enfermera me llamó por mi nombre
completo, una mujer más pequeñita que yo, pero sólo en estatura, pelo
corto y teñido de rubio, con gafas de cerca sobre su nariz que para mirarme
tenía que hacer el sobre esfuerzo de levantar sus ojos por encima de
ellas, apareciendo en ella un rostro como de sorpresa, los ojos bien abiertos,
las cejas levantadas...
- Tienes que ir
a laboratorio a hacerte la analítica y luego volver aquí a la eco. -dijo
muy metida en su papel-.
- No. No me voy
a hacer la prueba.
- ¿Cómo?. ¿Sabes
lo que estás diciendo?. Esa prueba es importante para saber las probabilidades
del feto de tener por ejemplo un Síndrome de Down. - Se quedó mirándome por
encima de sus gafas todavía más metida en su papel que antes y ahora además
ofendida. -
- Sí. Se
perfectamente lo que estoy diciendo. No voy a hacerme la prueba. -dije
totalmente serena y segura de mi intención.-
- Y ¿por qué?
-dijo mientras respiraba profundamente, como si estuviera perdiendo la poca
paciencia que le quedaba, al mismo tiempo que se quitaba las gafas de su nariz
para llevar la patilla a su boca y tener algo que morder.-
- Pues porque si
los resultados de la prueba dieran un alto porcentaje de probabilidad de que mi
hij@ fuera Down, además de vivir un embarazado angustioso, pues solo se trata
de una probabilidad, no abortaría.
- Tú no sabes lo
que dices. -dijo con un tono enfadado en el que pude apreciar matices de
tristeza, desamparo, que ella había solo podido drenar a través del malhumor y
la rabia.-
Entonces estiró todo lo que pudo su
columna vertebral y creció dos palmos, con la barbilla también un tanto alzada,
tenía un claro objetivo estar por encima de mí, lo que ella desconocía es que
mi objetivo era quedarme a su misma altura, pues nunca me ha gustado ni
sostener a nadie encima de mi lomo ni lo contrario. Y dijo contundentemente;
- Tengo un hijo
que es Down y no se lo doy a pasar a nadie, ojala en mi época de embarazo
hubiera existido esta prueba. Sigo pensando que no sabes lo que haces.
- No tengo
ningún hijo Down, ni familiares cercanos, pero tuve la posibilidad de relacionarme
con ellos y te voy a contar una historia;
" Yo tenía 18 años y ayudaba a mi padre en su
empresa, trabajaba con una Nissan Vanette repartiendo productos de
limpieza, garrafas de 5 y 25 L.
Uno de nuestros clientes era el Centro La Misericordia, que se dividía en dos
centros uno de estudiantes "normales" y otro de estudiantes "anormales"...
Para poder descargar en la parte del edificio de los
"normales", tenía que ir sorteando piernas y
adolescentes mientras intentaba subir una larguísima escalera,
perdiendo el equilibrio a cada paso, pues las garrafas pesaban más que yo.
Adolescentes, como yo en aquellos momentos, que muchos ni siquiera me veían,
aunque me miraban, sus rostros simplemente se limitaban a dibujar una sonrisa
que decía a gritos; "mírala pobrecilla no puede"... pero nunca,
repito nunca nadie movió ni un dedo, yo nunca pedí que me cogieran mi carga,
pues ese era mi trabajo y lo había elegido así pero en esa ocasión simplemente
encoger un pierna demasiado estirada obstaculizando mi camino hubiera sido
suficiente para facilitarme la labor.
Al terminar en este centro de "normales",
cogía de nuevo la furgoneta y me dirigía simplemente 100metros más allá, allí
aparcaba en la puerta del Centro de "anormales", bajaba de la
furgoneta y me encontraba con un chico de unos 20 años con Síndrome de Down,
que mirando hacia los jardines del centro gritaba para hacerse escuchar por
todos; "Vamoooosss que hay que ayudar a la chica a descargar....", y
aparecían algunos entre quejas y otros con entusiasmo natural una tropa de 7 y
en un viaje teníamos descargada la furgoneta, yo con una sonrisa en el corazón
y un abrazo de los de verdad a cada uno les agradecía su ayuda.
Me gustaba ir a este Centro en último lugar pues me
dejaba mejor sabor de boca e iba feliz toda la jornada; humildad, sencillez,
naturalidad, normalidad, felicidad, agradecimiento, amor incondicional y puro.
Los Down hacen falta en este mundo para
recordarnos a los "normales" la sencillez del sentir cotidiano. Esos
seres vienen a bajar egos, a dibujar sonrisas, a cambiar creencias y aptitudes,
a amar.... de verdad.
-Noelia Mujer Elefante-